17 oct 2012

La moneda que no tiene precio.

Necesitamos una ciudad solidaria

Tenemos instituciones que cada vez se vuelven más complejas y especializadas: escuelas, policía, juzgados, hospitales, y un sector privado cada vez más eficaz. Todo ello genera riqueza y hace funcionar el motor de la sociedad; pero por debajo de todo este entramado
existe otra economía invisible que se mueve en las familias, en los vecindarios, en los barrios y en actividades de todo tipo.
Para que nuestra sociedad funcione bien de verdad necesitamos una ciudadanía comprometida que genere confianza y que apueste por el bien común como valor central de todas las actividades. Porque por muchos medios que tengan las escuelas, ellas solas no pueden criar a nuestros hijos; ni la policía puede conseguir vecindarios seguros; ni los responsables políticos pueden hacer que la democracia llegue a todos por igual. Es decir, si no hay un pacto interno que comprometa a las personas con el sistema, todo el andamiaje institucional visible está abocado al fracaso.
Antes, la gente dedicaba muchos momentos a estar juntos, sin prisas, disfrutando de la compañía de otros. Pero ahora, el tiempo que la gente dedicaba antes a esa economía de las relaciones bis a bis, se ha ido reduciendo hasta casi desaparecer. Por eso, es importante crear nuevos tipos de redes sociales comunitarias que reconozcan el valor intrínseco de todas las capacidades que los seres humanos tenemos. Hay que honrar las contribuciones que altruistamente unos dan a otros. Hay que generar reciprocidades permanentes. Hay que fomentar la fuerza y la salud social.

Fortalezas humanas escondidas

Todas las personas tenemos un “valor” intrínseco como seres humanos que va mucho más allá de lo monetario y de la fuerza laboral que el mercado nos reconoce como productores. Por eso, es necesario valorar como se merece nuestra esencia humana y no solo una parte de ella. El Banco del Tiempo reconoce y valora esas otras cosas que somos capaces de aportar pero que al mercado no le interesan porque sus representantes no trabajan con seres humanos “completos”, sino sólo con productores o compradores.
El Banco del Tiempo planta sus cimientos donde más difícil es el encuentro entre unos y otros. Reúne a gente mayor y a gente joven, rompe las barreras idiomáticas y étnicas, pone en contacto a gente con discapacidades, a familias con vecindarios... Acorta las distancias sociales, y en muchos casos, consigue reducir el aislamiento social.


El inmenso valor de lo que no se ve

El mundo soñado que tanto deseamos para nosotros y para nuestros hijos, exige actualizar muchos servicios remunerados y ofrecer también muchos trabajos libres. Pero como el mercado ni valora ni paga las actividades cívicas, ni la preservación del medio ambiente, entre otras, los Bancos del Tiempo vienen a ofrecen soluciones a estas necesidades: 
 - Buscan quién hace qué y cuándo puede hacerlo.
 - Emparejan al trabajador que lo ofrece con el usuario que lo necesita.
 - Valoran el trabajo que cada uno hace, ofreciendo recompensas por el mismo a todos. 
 - No generan dependencia ni pasividad, porque ponen a todos en un plano de igualdad.
 - Se fomenta el orgullo y la dignidad, evitando la caridad y el paternalismo.

Por ello, el Banco del Tiempo de Almería es un activo en nuestras vidas; algo útil y eficaz. Una nueva forma de vivir en sociedad de manera comprometida, más intensa y creativa. Porque formamos parte de un sistema de solidaridad evolucionada que combina tradición, ayuda mutua e innovación. De eso tratan nuestros cheques de tiempo. Y estos intercambios no se inspiran en las relaciones mercantiles tradicionales, sino en profundos valores de solidaridad y pertenencia.
A un Banco del Tiempo se viene pensando en dar lo mejor de nosotros mismos a los demás. Luego conocemos al resto de actores de la obra  y el proyecto nos llega al corazón. Y cuando tocamos el corazón de la gente, se activa una reacción en cadena incontenible que nos une a todos.
Estas cadenas invisibles son las que dan un sentido pleno a nuestra vida y a las cosas a las que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo consciente.



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