30 may 2012

Testimonio: Mi experiencia en el primer intercambio

Me había apuntado al Banco del tiempo, un bonito proyecto que revoloteaba en el aire como golondrinas cargado de ilusión. Me gustaba la idea, una quimera que sonaba a abundancia, a extraño y sobre todo a eternidad. El tiempo.
Unos días antes había llamado al compañero para el encuentro. Quede con él en la sobremesa de un domingo. El viento bravo, implacable movía enfadado las palmeras del palmeral. En el paseo marítimo una pareja de jubilados caminaban agarrados del brazo, muy juntos. Andrew me esperaba en un banco junto a una cafetería. Supe que era él por su mirada alerta y el atuendo veraniego propio de los forasteros de tierras altas. Me presenté, le había requerido. Él ofrecía conversación en inglés y yo… bueno, yo solo pretendía no olvidar lo que sabía.
Los minutos caminaban. En la playa las olas se alzaban encrespadas contra el mundo, contra la crisis mientras nosotros resguardados del vendaval activábamos la cuenta entre confidencias, cafés, anhelos, viajes y proyectos. Las mesas se fueron llenando, en la nuestra resonaba el idioma de Shakespeare y la lengua de Cervantes, un cálido spanglish que nos ayudo a preguntar y responder sobre los servicios del banco. Sacamos la chequera antes de decirnos adiós; volveríamos a encontrarnos, seguro, junta de accionistas, en la próxima reunión.

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