13 nov 2013

Relato de Maite Fernández de Alba, socia 92 y una de las socias precursora del Banco de Libros.



Almería: hojas al aire 

 


Cuentan los colores de las mariposas el hilo de mi historia, cuando Almería desliza telas de sedas y el sabio rey, en el amanecer de la Alcazaba, reposa la mirada.
Desde allí, la ciudad engalanada de luz, despierta a la vida. Zoco de la Almedina, Mezquita Mayor, un laberinto tejido como la crisálida despliega en el brocado mar plata.
Yo, un hijo de esta tierra, le leo al rey poeta en la tardes de té verde y hierbabuena:




Reloj de médano
Espejismo de luna
Ruta en el tiempo




Mi libro abierto. Aleteos de páginas con el azahar de los versos y mi voz, alas a la bahía.
La tierra tiembla cuando esas espadas se forjan en las llamas del ocaso y la plaza de las cañas da lugar al trote del caballo.
Los escudados se resguardan en soportales donde protegen su honor con la Catedral como fortaleza.
Yo, juglar de la calle, compongo y recito al pueblo malabares de música y letras al aire.





La plaza mayor se fatua
        Con las costumbres hidalgas
   Con un poema de Almería
      Tañe el trovador las palabras

Los castillos se  suceden como Torres de Babel por la comarca. Tesoros coloraos, escarbados de las entrañas,  fundidos al ideal candente derraman la Rambla.
Tirar murallas. Y la libertad se pasea, hacia el nuevo siglo horizontal, comunicando la idea.
Yo, actor  y personaje, doy la voz en el Apolo, más tarde en el Cervantes. Escenarios de telón y tinta.




Conchita, hija del tramoyista
El verdugo, un personaje
La leyenda, tu voz aviva.




Sí. Hay refugio escondido en los kioscos de prensa. Cuando la primera sirena avisa, el  eco del sentimiento se escribe como amigo del túnel en titulares.
Y, no hay dos sin tres avisos, para asomarse a la escuela del arte de vivir, escribiendo en tiempos de silencio con imágenes figuradas.
Las maletas de cartón soportaron los caminos, llevaron cartas diarias, alimento de papel, de amor y espera para los mañanas.




Como el cortometraje, en medio de nuestro desierto, llegaron algunas estelas y nos volvimos extras en el rodaje.

Buscando luz proyectaron el fotograma con doblajes y encontramos la acción y el sonido directo.

Yo, el Indalo, hombre del arco iris. En la cueva de los Letreros se pinta como en la cueva de la Chanca con pinceles talismanes.

Refleja los  atardeceres, al poniente, la transparente cubierta, un espejismo de plástico, la mayúscula  realidad.

Se exterioriza, se tolera, se expresa. El lenguaje verbal traspasa a todos sin protestas en tertulias, en la calle, la poesía urbana canta.

Inventamos la vida, amando la literatura, con acentos de otros, la hacemos mágica y, sin darnos cuenta, la ilusión recoge títulos dejándonos en la utopía.

Yo, el marino, la sal baña mis poros y mis brazos son lazos de sedal en el agua.

Navego en las redes del mundo, con caracteres me leen en todas partes donde el cielo caligrafía reparte.

Las hojas al viento, claman  hoy, ayer y mañana: los relatos, la voz, la palabra, la letra.

Estoy tendido a la brisa, declamo el verso, reclamo el comentario, la escucha atenta del párrafo.

Villaespesa y la inquietud vuelve a las tardes presentándose cada semana bohemia.

Vamos conociéndonos en los autores, nos describen la ficción de personajes  confidentes.

Desglosamos las emociones, en diálogos ágiles  y de un  coordinador paciente.

Yo, el lector, un amante de historias, de cuentos, manifiestos y textos.

El  tiempo, un árbol con hojas por narrar, un reloj de médano, colores por encontrar.






Maite Fdez.de Alba Martín















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